Se quebraron las alas, de no usarlas,
se quedaron quietas mucho tiempo,
tanto como tarda el cielo en enjuagarse
las lágrimas, que luego caen
en forma de rocío y son pisadas
por los que caminamos aquí abajo.
De no usarlas, las alas, ya no sirven,
no remontan el vuelo, ni existen
más que como adorno o señuelo
para prender a otros en la cárcel
de dorados barrotes que custodian
un alma, que por volar dentro,
se creía extensa y liberada.
Plegadas, casi muertas
quedaron las alas, en la esquina,
donde adornan y ocupan mi morada,
inermes;
y ya no me levantan más del suelo.
Por no volar, por no romper barrotes
han quedado, maltrechas, inservibles,
solo estorban y producen
la mala sensación de acomodarse.
Santander 18-9-15, 17,42
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