Tengo grabada en la memoria una serie de fotografías de Sabastiâo Salgado que publicó El País Dominical sobre la minería en África posiblemente a finales de los ochenta. Mis ojos se quedaban prendados de esos gritos silenciosos, en blanco y negro, donde el hombre se derretía en contacto con la fiereza de un trabajo esclavo y denigrante. Sus fotos no tenían color, ni voz; eran gritos mudos llenos de belleza que plasmaba la indiferencia de unos seres abocados a sobrevivir. Las imagenes convulsionaron mi sensibilidad y la de tantos, hasta la emoción; me enamoraron de un fotógrafo, hasta entonces desconocido, Sebastiâo Salgado que desde entonces he seguido con pasión. Su obra hizo más por socializarnos, por hacernos partícipes del dolor humano, que mil discursos. Así es la fuerza de unas imágenes que Salgado exhibe como estiletes sociales, diseccionando un mundo duro, a veces, otras, ingenuo. Explora la naturaleza extrayendo la fuerza que emana de la rudeza espontánea que bordea el abismo. El ojo de Salgado es cincel que produce una rara emoción mostrando tribus africanas, amazónicas, animales salvajes, vidas comunitarias en Papua, mujeres hermosas que decoran sus cuerpos ajenas a la cámara y hasta el mundo. Salgado pinta con su cámara el mundo de realidad que resulta de una belleza apabullante. Inolvidable.
En Santander, pueden ver una magnífica exposición (un poco escasa, para la obra ingente de este artista) en la Plaza Porticada. Merece la pena darse un paseo entre las imágenes, como forma de viajar a un mundo irreal por lo fantástico de su verdad. Belleza pura. Ojo de artista.
Texto: #MariaToca
Fotografía: Sebastiâo Salgado. Obra Génesis. Expuesta en Santander (Plaza Porticada)
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