Segundo viaje al infierno. Gusen. Ebensee y Melk.

 

Intentaremos que no corran ríos de emoción -harto difícil, aviso- y referir lo que hoy hemos visto, escuchado, sentido, porque este viaje es una etapa de los sentidos más que del entendimiento, al menos en el momento de vivirlo. Tiempo habrá de análisis, de desguazar los impactos recibidos para asimilar todo, ordenarlo y colocarlo en las alacenas del entendimiento que es donde deben reposar los aprendizajes. Creo que, a menos que la frivolidad emborrache la mente, nadie sale impune de esta carrera por el horror humano.

Ante todo reconocer la belleza de este país,  Austria, o del trozo que recorremos en el coche cuatro mujeres de diversas edades. El lago de Traunsee es de una belleza que contrasta tanto con las vivencias que se desarrollaron en sus aledaños que nos preguntábamos cómo era posible realizar tales abyecciones rodeados de la hermosura que coronan unas cumbres nevadas, el agua azul y la suave vegetación sazonada de pueblitos preciosos que le rodean. La amabilidad y el encanto de sus gentes nos hacen imposible recordar que el huevo de la serpiente nació aquí. Que el origen de todo partió de este idílico país que se nos presenta con una sonrisa abierta, temperaturas dulces y veraniegas, bosques maravillosos salpicados de casitas maravillosas que parecen extraídas de los cuentos infantiles.

Llegamos a Ebensee;  me sorprende la oficialidad  que hay en el ambiente. Amables policías nos indican con gestos suaves, ojos azules y beatifica sonrisa en donde aparcar con un orden organizativo envidiable. Hago fotos de los desfiles que me producen una sensación cercana a la envidia. ¿Para cuándo podremos vivir un acto de Memoria con los antifascistas que perdieron la vida luchando por la libertad, la democracia y la república en España? Mejor obviar el mal sabor y volver a contemplar con gozo lo visto el día anterior. La cantidad de jóvenes que nos rodean es grande, la mezcla de edades, de países nos hacen parecer una Torre de Babel colorida y llena de pañuelos, banderas y simbología antifascista. En seguida nos localizan los italianos que preguntan con entusiasmo si somos españolas…Encantados se colocan debajo de la tricolor y con la emoción cortando sus palabras nos hablan de la lucha partisana.

Subimos por un camino verde, arbolado, al que cada poco ponen contrapunto el color de tulipanes, amarillos, rojos, naranjas. Nos parece que hacemos una deportiva marcha por el monte, y no. Subimos una leve pendiente hasta encontrar la boca feroz de uno de los túneles de  Ebenssee.

Ebenssee, lo conforman  unos túneles excavados en plena montaña donde  los presos proporcionaban mano de obra esclava para la construcción de los bombarderos V2, cuando los aliados dejaban su carga de bombas sobre el país germano. Poco duró la fabricación de esos artilugios donde colaboró con voluntad positiva el luego precursor de la NASA, Werner  Von Braun, reciclado, o no tanto, de nazi a celebrado científico yanqui que impulsó la conquista del espacio.

La industria de la guerra debía producir armamento a discreción y las autoridades nazis desactivaron los V2 para mejor ocasión y comenzaron la producción masiva de material de guerra.

 

Notamos el frío, la humedad que se filtra desde el centro de la tierra y que se nos introdujo hasta los huesos. Enormes bloques de argamasa como si fueran catedrales del horror nos sitúan en la situación de aquellos presos famélicos, debilitados, humillados, produciendo armas entre humedad oscura. Casi podíamos imaginar sus figuras fantasmagóricas caminando, como insignificantes hormigas, dentro de un laberinto de miedo. No, no eran hormigas, aunque los  oficiales SS y los kapos de campo lo pensaran. Eran personas que sudaban, sentían, amaban y alguna vez se enamoraron, abrazaron al hijo y jugaron como los niños ignorantes del futuro, que fueron. Eran seres humanos bajo la perversidad humana más sofisticada que necesita cosificar para desatar al demonio que lleva dentro.

La emoción nos volteó con el homenaje en una de las cuevas que hay en el recito a modo de capillitas de catedral maléfica. Nos juntamos el grupo de españolas/es  y el de italianos. Banderas de ambos países se contoneaban hasta el beso de las telas mientras se cantaba Bella Ciao y Libertad (de Labordeta). Les confieso que la emoción me hizo temblar, que no era de frío porque hervía por dentro.

 

En la esplanada que da paso a los túneles se extendían los barracones, hoy desaparecidos,  donde los presos dormían. Los turnos eran de 10 o 12 horas. Tomaban un ¿café? como desayuno, unas patatas agusanadas  y aguadas para comer y un mendrugo como cena. El hambre debía ser el grito de unos cuerpos llevados al paroxismo de la destrucción.

Un cuerpo débil no se rebela, se dirían los guardianes del infierno. Un hombre débil puede morir pero da igual, hay millones que pueden sustituirle. Cinco meses, seis, un año…hasta que la mecha vital se extinguía para quedarse muerto en cualquier rincón. En Gusen acababa el proceso porque para eso había unos hornos a pleno rendimiento que convertían en cenizas los cuerpos antes rozagantes, amados por madres, hermanas o novias, a pura ceniza que serviría para abonar la tierra.

Ese era el proceso de la Solución Final. Esclavizarlos, atarlos a un trabajo extenuante y luego convertir sus pobres cuerpos en ceniza.

La tarde se pasó entre la visita al lago como descanso de tanta angustiosa visita  y la de Gusen. Tanto los barracones de Ebensee como los de Gusen han desaparecido. En la explanada donde antes se arracimaban almas humanas se ha construido una urbanización de casitas lujosas, con jardines floridos, parque infantil, garajes donde se guardan coches lujosos sin respeto a una tierra que empapó el sudor del miedo y la sangre de héroes perdidos. Gusen es pura ironía. Cuando las parcelas se vendieron, un antiguo residente del campo adquirió dos y con paciencia y ahorros construyó el Memorial que hoy nos sobrecoge con la crudeza de sus imágenes.

Hay una casa lujosa, cercada por muros y portones que evitan la vista desde el exterior. Era la antigua entrada de Gusen que alguien de importancia y no demasiados escrúpulos adquirió para vivienda. Volvemos a sentir la bofetada de ironía vital. Volvemos a sentir el dolor de la banalización del infierno.

No reproduzco ninguna de las fotos del espanto de muertos en descomposición apilados como muñecos viejos.  Tampoco de  las caras famélicas cuyos ojos nos miran desde la instantánea sin vida pero con el interrogante de ¿por qué? Caras, miembros descarnados, manos huesudas, pies descalzos sobre la nieve…Una se pregunta ¿cuánto es capaz el ser humano de aguantar? ¿cuánta capacidad de subsistencia es posible para mantener la llama de la vida?

No puedo menos que recordar lo leído y releído tantos años atrás que un hombre débil, paralizado pero con el empuje de la inteligencia y la esperanza nos dejó en herencia. Viktor Frankl y su El hombre en busca de sentido, nos explica la fuerza innata del ser humano.

Siguen más y más homenajes a las víctimas, se suceden las representaciones de todos los países implicados en el drama, incluido España que está representada por autoridades de segunda fila, bandera rojigualda y como no, lo más y mejor: la gente de Amical a la que nunca agradeceré bastante la labor en pos de la Memoria, de la dignidad del antifascismo español, que encarnan sus socios.

Horas de discursos en varios idiomas, con un superviviente polaco cuya voz fuerte, briosa nos enardeció aunque hablara en polaco y solo le tradujeran al alemán. Un dúo de españoles interpretó canciones del exilio que me calaron de emoción y homenaje y visionado del Memorial de los hornos, las placas con nombres y amorosos mensajes de su gente. Hijas, nietas, esposas, hermanas han llenado paredes y paredes de nombres, de poemas, de mensajes de amor infinito que demuestran mejor que nada que por mucho que quisieron convertirlos en hormigas, son y serán la simiente de la historia porque de ellos, de su recuerdo, nace la fuerza para seguir luchando por la libertad, la justicia, la democracia, la igualdad y el respeto que nos debemos.

 

 

Al volver al hotel hicimos una parada ante las escaleras de Mauthausen. La tarde languidecía con el sol acostándose mientras brillaba con el último brío. La esplanada verdeaba con fuerza. En la soledad quebrada por algún canto de pájaro perdido, la sensación de inmenso vacío se sobrepuso. Nunca más, pensamos las cuatro. Nunca más puede volver el horror porque la tierra es bella, porque sabemos que las furias cuando se desatan tiembla la colera. Y lanzamos un recuerdo amoroso al viento que mecía los escalones jalonados de muerte.

He intentado bridar las emociones que ayer se desataron y que hoy siguen bullendo en mi pecho pero creo que hay veces en las  que  que contar con cierta distancia los aconteceres es el mejor camino para entender…aunque no salga bien y me de cuenta al releerme que me sangran las teclas de la pura emoción con que transitan mis dedos por ellas.

Maria Toca Cañedo

San Pantaleón, cerca de Mauthausen, 6 de Mayo 2023.

 

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

2 comentarios

  1. Muchas gracias por los dos artículos que ha escrito, ambos , para los que hemos sabido de los horrores de esa crueldad humana, me hacen sentir un grandísimo respeto por todas las familias afectadas directamente y que con tanta perseverancia mantienen vivo el recuerdo de lo que no debe volver a suceder y que debemos luchar por mantener viva nuestra democracia.
    Gracias siempre.

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