
El salto hacia atrás que dio la sociedad española a partir de abril de 1939, acabada la guerra civil, podemos considerar centurias de retroceso. A los avances culturales y sociales de los nueve años republicanos -equiparación de hijos naturales con los habidos en el matrimonio, divorcio igualitario, voto de la mujer, divulgación de la cultura y la educación permitiendo acceso a la Universidad a mujeres, Misiones Pedagógicas que llevaron libros y aprendizaje hasta el último confín patrio, incluso la ley de aborto creada por Federica Montseny en 1936, liberatorios de mujeres prostituidas, guarderías infantiles, alfabetización masiva…- que supusieron un florecimiento masivo de las artes y las ciencias. En contraposición, la victoria de la amalgama ideología que supuso el nacional catolicismo de Franco, fue como abatir un telón sombrío sobre la sociedad española.
La iglesia tomó el poder que el fascismo guerrero le debía por el apoyo prestado durante la contienda. Recordemos las palabras de Pio XII justo en abril del 39, recién acabada la contienda: “Envío una bendición especialisima a las familias de los mártires españoles. De España ha salido la salvación del mundo”
Entendamos que cuando el papa saluda y bendice a las familias mártires se refiere claramente a las de un bando. Cierto es que se golpeó de forma cruel a miembros eclesiásticos durante la contienda, incluso nada más comenzar la Republica hubo incendios de iglesias y conventos que predispusieron aún más en contra a la oficialidad de una iglesia tridentina, anticuada y aliada con el poder hegemónico de nuestro país. El anticlericalismo español es un clásico, tanto o como consecuencia de la incursión eclesial en la vida social del país, que desde ancestros se posicionó junto al poder y en contra de cualquier avance social y político. La quema de iglesias no ha sido privativa de la Segunda República sino una constante en la historia española que oscila entre un anticlericalismo virulento o una religiosidad esperpéntica.
Hacemos constar que entre la iglesia y los golpistas había sincronía ideológica por eso Franco fue tomado como adalid de la cristiandad. En donde la iglesia no se posicionaba a favor del golpe, fueron masacrados los religiosos como cualquier otro colectivo no adicto a los conceptos ideológicos de los golpistas, como ejemplo tenemos los más de doscientos sacerdotes vascos, que fueron fusilados debido al posicionamiento a favor del nacionalista vasco.
Franco debía muchos favores al clero y le pagó con creces. Le entregó la pieza más codiciada de la posguerra , como era la enseñanza. En un primer momento las huestes de Falange disputaron el botín, mas con la perdida de fuerza de dicha facción –Franco no fue jamás falangista, aborrecía el fanatismo de la Falange, le vino muy bien la ejecución de José Antonio, incluso hoy sabemos que no hizo nada por detenerla, además de condenar a cárcel y por poco a muerte al sucesor en el cargo del Ausente, Manuel Hedilla, que salvó la piel por los pelos- por lo que la rendición ante la iglesia no fue nada molesta para un Franco, que es posible que debido al influjo de su mujer, se había convertido en capillitas, cosa que durante su vida militar no fue.
El veinte de mayo de 1939, Franco ofrenda su espada al cardenal Gomá, en una actuación vergonzosa y vergonzante:
Un poco después ocurrió que “Nunca he incensado con tanta satisfacción como lo hago con Su Excelencia” dijo el cardenal Elijo Garay (Antología de 40 años, Carlos Fernandez, Libros Esperides)
La iglesia intervino en la vida social de forma total. La censura de libros, películas, vida en general estaba en sus manos. Mucho hemos hablado del Patronato de Protección de la Mujer que sintetizó las obsesiones enfermizas y perversas de un clero enfermo de odio y sinrazón. Hemos dedicado capitulo a la censura en general que también estaba en manos eclesiales. La vida común en pueblos y comunidades se controlaba al cien por cien desde las parroquias, los conventos y los seglares afines. En las ciudades, quizá, se pudo eludir algo más la larga mano censora eclesial pero siempre aleteaba por encima de las conciencias las diatribas de los pulpitos dominicales.
Si la iglesia tenía especial interés en la dominación de las mentes y corazones de sus feligreses, la mujer fue desde siempre, pieza preferida. Sabían que dominando a las mujeres se mantenía controlada a la familia entera y de ello dependía la estabilidad de un estado dictatorial.
Desde siempre, con los hombres se era más tolerante, no olvidemos que la cultura patriarcal es sistémica y más en un país donde el poder eclesial (excipiente y extracto puro patriarcal) había campado por siglos. Las reformas republicanas fueron anatemizadas de forma brutal, considerando todo axioma anterior como algo demoníaco.
Con el triunfo de los golpistas, el trabajo de la mujer se hizo impensable, puesto que éramos consideradas alma y terreno donde se asentaba la familia. Ninguna mujer casada podía trabajar salvo con un permiso especial y riguroso del marido. Tampoco se disponía de cuentas corrientes, ni de libertad para comprar sin permiso o acompañamiento del marido o padre. Por no hablar de viajar, heredar o disponer de los hijos, ni aunque hubiera abandono o mal trato por parte del marido. El adulterio femenino era considerado delito penado con años de cárcel, mientras que el masculino solo falta leve. La segregación de sexos se hizo absoluta en la escuela y en casi todos los ámbitos de la vida social.
No quedaba más que aguantar, como bien predicaban en los pulpitos y en las publicaciones de la época. Con la derogación del Código Civil de la República tornando al del siglo XIX, la mujer quedó convertida en un apéndice sin derechos de ningún tipo y una gran cantidad de obligaciones. Volvemos a poner cifras que explican mejor lo que decimos. La cárcel de Ventas, creada por Victoria Kent, en un intento de modernizar las dependencias carcelarias femeninas teniendo cabida en su origen para 500 internas, durante el franquismo llegaron a estar encarceladas de 11.000 a 14.000 mujeres. Se supone que fueron del orden de 324.000 pérdidas de vidas humanas durante la guerra. Y en 1944 faltaban 360.000 viviendas por lo que infinidad de personas, familias enteras, se hacinaban en los aledaños de las ciudades creándose poblados chabolistas realizados durante la noche careciendo de prestación de servicios públicos.
¿Cómo pudieron las mujeres republicanas soportar la quita brutal de derechos? La respuesta se da sola. O no estaban porque andaban en exilio, cárcel o fusiladas, o un terrible telón de silencio aplomado cayó sobre ellas. Al realizar este trabajo, durante la investigación, una lee las biografías, trabajos literarios de las mujeres de antes de la guerra, incluso durante la misma y comprueba la explosión de energía vital de esas féminas que han salido del redil y se muestras orgullosas y pletóricas. Sus biografías saltan del Lyceo Femenino, a grupos de poesía, Misiones Pedagógicas, trabajos variados, amantes, noviazgos liberados…Hasta que la fiesta se acaba y tornamos de golpe a la degollina de la libertad. Lo que antes era pléyade energética se torna oscuridad, quebranto de moralidades caducas, culpa, mucha culpa. Culpa y silencio, podemos decir que son las palabras que definen a las mujeres de postguerra. Hacen literatura, incluso salen al mundo, como la Andrea de Nada, que viaja sola buscando a la familia que fue para encontrarse en la calle Aribau un tejido desflecado por el que han pasado bombardeos, muertes y mucha hambre. Las mujeres, las literatas de la postguerra son entes opacos, silenciosos a los que hay que adivinar entre sus líneas la crudeza de una vida oscura.
Que cambio más duro, he observado haciendo este trabajo, que telón de sulfuroso gris se tendió sobre la sociedad española, sobre manera sobre las mujeres españolas que opacó la vitalidad anterior haciendo de las jóvenes literatas circunspectas mujeres aquejadas, algunas por la religión y la culpa, y otras por una depresión que las golpeó hasta dejarlas noqueadas (caso Laforet) o mal paradas durante años (Ana María Matute). Notamos el silencio que masca grisura hasta las adeptas al régimen. Hasta las acogidas por los punzantes brazos de la censura a la que jamás molestan. Incluso en ellas se nota el silencio y el oprobio de un tiempo tan duro como callado.
Pocas pudieron resarcirse de ese tapado. El miedo es el mejor carcelero, expande unos barrotes invisibles pero inalterables y esos temores cultivados de forma consciente desde el poder mucho antes de ganar la guerra. Podemos recordar los discursos de Mola
TEXTO Nº 14 – PROCLAMACIÓN DEL GENERAL MOLA (5-VI-1936) PROCLAMACIÓN DEL GENERAL MOLA (5-VI-1936).
Tan pronto tenga éxito el movimiento nacional, se constituirá un Directorio, que lo integrará un presidente y cuatro vocales militares […]
El Directorio ejercerá el Poder con toda su amplitud; tendrá la iniciativa de los Decretos-Leyes que se dicten […]
Los primeros Decretos-Leyes serán los siguientes: a) Supresión de la Constitución de 1931.
- b) Cese del presidente de la República y miembros del gobierno.
- c) Atribuirse todos los poderes del Estado […]
- d) Defensa de la Dictadura Republicana […]
- e) Derogación de las Leyes y Reglamentos y disposiciones que no estén de acuerdo con el nuevo sistema orgánico del Estado […]
- h) Restablecimiento de la pena de muerte en los delitos contra las personas […]
Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades y sindicatos no afectos al movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas. Conquistado el poder instaurará una dictadura militar que tenga por misión inmediata restablecer el orden público, imponer el imperio de la ley y reforzar convenientemente al ejército, para consolidar la situación de hecho que pasará a ser de derecho.
Madrid, 5 de junio de 1936.
El Director
O las declaraciones de Franco al periodista que le pregunta si para imponer sus ideas tuviera que eliminar a la mitad de españoles, cosa que afirma con vehemencia.
“A mi pregunta: ¿Ahora que el golpe ha fracasado en sus objetivos, por cuánto tiempo seguirá la matanza?, contestó tranquilamente: “No habrá compromiso ni tregua, seguiré preparando mi avance hacia Madrid. Avanzaré -gritó-, tomaré la capital. Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste».
Le pregunté si no había llegado el momento de las tablas. Me miró con lo que creo era auténtica sorpresa y dijo: “No, no ha llegado. He tenido dificultades, la deserción de la flota fue un duro golpe, pero seguiré avanzando. Pronto, muy pronto, mis tropas habrán pacificado el país y todo eso (el general movió sus manos en la dirección de España) será pronto algo como una pesadilla».
«¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?». El general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo: “Repito, cueste lo que cueste».
Jay Allen, entrevista a Franco.
Artículo originalmente publicado en News Chronicle. Londres, 29 de julio de 1936.
Las mujeres que habían gozado de estudios, trabajos, libertad, que se divorciaron, escribieron, pintaron o esculpieron durante los nueve años republicanos, velaron sus actividades y su capacidad escapando o sumiéndose en el silencio denso de un hogar blindado. Las puertas se cerraban como las bocas para no dejar escapar ni una queja, ni un solo lamento que descubriera la hostilidad al nuevo régimen. El silencio hizo estragos en varias generaciones, tanto callaron que hoy poca gente conoce la verdad de lo sufrido en la posguerra.
La población hostil, sobrevivió a base de callar y tolerar el sufrimiento infligido. No olvidemos en febrero de 1936, las últimas elecciones generales celebradas en España, fueron ganadas por las izquierdas. Claro que se considera que en 1939 salieron al exilio del orden de 470000 españoles/as según el informe Valiere. Solamente a Francia llegó una primera oleada 150.000 hasta alcanzar la cifra antes citada. Si sumamos las perdidas humanas durante la guerra y los fusilamientos y “paseos” podemos hablar sin temor a exagerar de un millón de personas que ya no estaban en el país. Un millón de personas que conformaban los idearios democráticos, republicanos…Y una gran cantidad de esas personas eran gente de la cultura. De la mejor generación cultural desde el Siglo de Oro.
Las cifras siguen siendo variables debido al número indeterminado de personas que yacen sin nombre en cunetas, cementerios y barrancos de España. Esa fue la enorme sima en que se sumió la cultura española. Eso y el silencio, que les decía. Silencio político. Silencio moral. Silencio de las familias que enterraban bajo muros de ocultismo la desesperada situación que padece quien ve los sueños de libertad rotos.
Hay que decir que la postguerra primigenia -años cuarenta- fueron tan duros que la fuerza para desesperarse era escasa. Se padeció hambre hasta morir más de ciento treinta mil personas como consecuencia de ello y de las enfermedades derivadas de las carencias alimentarias, escasez de medicamentos y padecimientos producidos por la cárcel y las torturas, por todo ello, entendemos que quedaban pocas fuerzas para la añoranza de los años anteriores o para la rebeldía.
María Toca Cañedo
Continuará…
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