Nace con el nombre de Marie Clementine Valade, en 1865, hija de padre desconocido y de una madre mercera. A lo largo de su infancia, la madre desempeña varios trabajos para salir adelante, Clementine crece sin mucho control en el barrio de Montmatre donde se han desplazado. En ese tiempo Montmatre es pura bohemia libre donde crece la joven Suzanne sin demasiadas trabas.
Una noche, Clementine, conoce a un artista de circo mientras hace malabares en la calle con unas manzanas que ha robado. El del circo la invita a visitar uno de los bares del París bohemio marchándose a vivir con él en el circo. Era plena Belle Époque, cuando los artistas se mezclaban con los cirqueros en amable compañía. La que luego tomaría el nombre de Suzanne Valadon, pertenece a la clase baja, por tanto no tiene trabas para vivir libre, sin ataduras sociales que contengan su afán de aventura.
Clementine, es una joven muy hermosa, debutando en el circo como trapecista y contorsionistas. Una noche, el pintor Toulouse Lautrec se encuentra entre el público y contempla extasiado las contorsiones de la bella desconocida, al acabar la función entra en bambalinas a conocerla y le pide que sea su modelo.
Poco después una mala caída frustrará para siempre la vocación cirquera de Clementine, es el momento en que decide posar para los pintores, que se la disputan, como forma de ganarse la vida. No es una modelo normal, ella interpreta para los pintores, inspira las obras.
Mientras la pintan observa, aprende a sentir la pintura. No asiste a ninguna formación, su talento se desarrolla por mera observación. Un día la casualidad vuelve a rondarle. En el estudio de Toulouse Lautrec, este vislumbra un cuaderno en su bolso, lo ojea y observa unos dibujos de excepcional talento. Decide apoyarla y enseña los dibujos al resto de pintores para los que posa Clementine. Son Degás, Renoir, Puvis de Chavannes… Todos confirman el talento de la modelo.
Toma el nombre artístico de Suzanne Valadon. Mantiene una vida promiscua, tiene relaciones sentimentales o solo sexuales con los pintores, vive la alegría de una bohemia salvaje. Ha tenido un hijo con solo dieciocho años, como su madre. El niño se llama Maurice, a los doce años se convierte en alcohólico decidiendo la madre, dedicarse a cuidarle con mimo, enseñarle a pintar como forma de eludir sus problemas con el alcohol. Entre tanto se ha casado con un burgués adinerado que le permite vivir desahogadamente, Paul Moussis. Su marido no soporta al hijo, tan frágil y problemático, viven una vida aburrida que Suzanne no aguanta acostumbrada a los vaivenes de la bohemia parisina. Valadon, poco después prescinde de la seguridad y decide marchar con su hijo abandonando al marido.
Torna a Montmatre que es su punto de partida, el sitio donde vivió de niña y de joven con su madre. Vuelve a pintar con furor realizando sus mejores obras en esa epoca.
Conoce a un amigo de su hijo, André Utter, joven que tiene 21 años menos que ella, se enamoran furiosamente y viven juntos sin importarles demasiado las conveniencias sociales. Uterr impulsa su carrera, la inspira y la apoya con su obra. Sigue pintando y cuidando de su hijo que parece ha superado el alcoholismo, no del todo pero lo suficiente para vivir en calma. El bello y dulce Maurice, pinta acuarelas en las calles de París, es uno de esos pintores callejeros. De su pintura viven ambos.
Suzanne Valedon pinta sin descanso toda su vida hasta el momento de su muerte, en 1938 dejando una hermosa obra que se ha sumido en un cierto olvido del que es preciso sacarla debido a su calidad y emoción.
María Toca Cañedo©
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