Una recuerda con cierta nostalgia aquellas mujeres que salieron a las calles con el grito de “yo he abortado” y la pegatina en el pecho por si no llegaba a los oídos de la dictadura el vocerío, en apoyo de las compañeras presas por haberlo hecho de verdad. Se ganó la batalla a costa de palos y represión que es como se ganan las batallas que merecen la pena. Recuerdo aquellos bufidos sociales de los 70, los conciertos, las reuniones clandestinas donde se jugaba la libertad, una buena somanta de palos y a veces una prodigiosa caída por una ventana de la DGS. No quiero parecer abuela Cebolleta pero no puedo dejar de pensar que los abueletes tenían(mos) más madera.
Hartas de «perdón me he equivocado, mire usted yo no quería insultar, no lo volveré a hacer». Harta de izquierdismo de opereta que levanta puños cuando no hay moros en la cosa y a la menor amaga con disuasión disparatada con lo cual el verdugo gana dos veces. Ante la ley y ante la sociedad ya que su pavoneo de bravucón amenazante queda impune y resarcido por la cobardía.
Digo esto a tenor de la postura insumisa de Willy Toledo, persona con la que no me une apenas nada, incluso alguna discusión acalorada hemos mantenido, pero al César lo que es del César. Ese no amilanarse, ese no me presento porque no me da la gana porque usted no puede juzgar que blasfeme y un grupo de cristianos redentores y memos se ofendan, me produce, lo confieso, una gran satisfacción. El desacato de Willy pone de manifiesto a las claras el sinsentido de unas leyes caducas y medievales que nos deberían sonrojar.
Reconozco que me produce orgullo comprobar que alguien dice no a una tiranía estrecha de miras y levanta la alfombra de la podredumbre judicial. Ignoro si esa era su intención, conociendo algo a Willy, imagino que todo se debe a un impulso mañanero de viejuno malencarado y bocachancla (no te ofendas Willy, pero eres algo de eso) y a ese afán de contradicción que lleva en su ADN. Sea lo que sea, me admira que alguien se juegue su pan y su libertad por unos principios, que gusten o no, son suyos y justos. No puedo menos de sonreír recordando pasadas campañas donde todo acabó con un: perdón, lo siento, no quería…¿Verdad Rita Maestre? Me rejuvenece la lozanía de un desvergonzado como Willy que se atreve a ratificar su cagada y se niega a participar en la mascarada de un juicio por ofensas a Dios. Estoy segura que de estar, el pobrecito Dios, a buen seguro no le ofenden las cagadas de Willy, más bien debe estar que trina por sus mezquinos defensores y aprestando el látigo con que zoscó a los mercaderes del templo. Yo de ellos, cristianos viejos, andaría con ojo no sea que en una de esas batidas religiosas con las que de vez en cuando nos regalan, no saque a pasear el buen Jesús el zurriago y zurre la badana a tanto cabestro como anda suelto. Parada inquieta puede que haga por Cuelgamuros a fin de dar por el pelo a los torvos defensores del desgüevado dictador.
En un país de cobardes y pacatos, bienvenido Willy Toledo. Nos rejuveneces.
María Toca
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