Me van faltando fuerzas,
el paso se hace más lento cada día
y en las manos no vuelan
las bellas mariposas que antes se me abrían
a poco que bajara los puños
a la vez que en la boca
con lápiz invisible, dibujara sonrisas…
Se me cansan los pulsos
y ya no soy la misma
por mucho que me ansíe
y me busque respuestas.
Cada tiempo, el espejo me dice,
que no me empeñe en serlo,
que olvide la vereda que caminé a desmano
porque no soy la misma.
Aunque por dentro lleve
la niña con coletas, púber, sola y sentida,
y que fue a trompicones
que aprendiera a vivir,
a ser feliz a medias,
con la suave coartada
de escurrirme en el tiempo
y el libro que leía.
Pero, ahora ya sé que ya no soy la misma.
Y me irrito, me enfado,
me grito y me exijo la misma incontinencia,
la fuerza y el misterio
que porto cada día
para jugar con dios
y decirle, que sí, que sigo siendo la misma.
Porque el grito que exime
los años y la falta de fuerza,
sigue siendo idéntico
al mismo que erigía
cuando la piel brillaba, era tersa
y los ojos refulgían con la misma presteza
por lo mismo que ahora…
Aunque no sea la misma
y mis fuerzas se quiebren
como pábilo lento
o suspiro de anciano.
Porque también ahora
se me envenena, rauda, la mente
con los mismos corajes…
o mayores, que siembro
con la visión fugaz de injusticias,
o de encuentros con realidades feas,
con desfalcos sociales.
Y grito, y me encorajo y se me abren las carnes
con la misma presteza
que entonces, cuando todo era nuevo
y estrenábamos todas,
la misma primavera.
Y la rabia me hierve
y el coraje me mueve…
Como si fuera ahora,
la misma que fui siempre.
María Toca©
Santander 22-03-2023. 21,55
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