Ahora sé que la belleza es efímera,
difusa, diversa, incandescente,
se funde entre las rocas del abismo
que llamamos tiempo, intangible,
alejada del compromiso de ser perenne
por su fragilidad, escarmentada
de que, por breve, es hermosa, deseada.
Aprendí que la felicidad es bien difuso,
apenas dura nada, se derrite
entre vapores del instinto,
unos minutos, apenas un instante
para disolverse, como en agua
se disgregan los azucarillos, penitentes,
dejando el rastro de dulzura
en el ambiente,
archivando en la memoria
el sabor acidulado de nostalgia
por lo ido. Lo ausente.
Es pozo, liviano, incongruente,
sutil o espeso, según se preste,
que la vida es hecha, a veces,
de cosas importantes,
las más, voluble, superficial,
en frontera difusa entre el gozo
y lidiando, siempre, con la muerte.
#MariaToca
Santander-29-1-2017. 10,35.
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