Preferimos al oso.

 

Hace poco ha corrido por las intrincadas calles de internet una pregunta que se ha realizado a un grupo de mujeres. Situándose en un paraje solitario ¿preferían cruzarse con un oso o con un hombre? Una mayoría aplastante de féminas respondieron que con el oso. Como lo oyen. Preferimos al oso.

Ustedes se dirán que es exagerado; un oso puede atacarnos y hacernos bastante daño, contando con sus afiladas garras, la envergadura corporal y su fuerza. Vamos que no saldríamos indemnes, seguro. Pues con todo y con eso, preferimos al oso. Al menos un porcentaje de un ochenta por ciento según confirmaba la estadística.

Ayer, subiendo a mi casa,  después de una jornada amigable en la que había escuchado a escritores, compartido con amigas en tertulia gozosa, escucho los mensajes de mi móvil encontrándome la noticia de que un familiar muy cercano residente en la Comunidad Valenciana me contaba con voz ahogada, que había estado cerca del feminicidio de Buñol, producido esa misma mañana. Uno más de la terrible cuenta que llevamos.

https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/hombre-mata-pareja-32-anos-bunol-valencia_1_11521716.html

De inmediato se me cortó la respiración porque me consta que esa persona ha vivido de cerca la violencia de género con graves componentes de violencia vicaria. Ese pasado supone que ante el mínimo atisbo del problema las heridas falsamente cerradas se ablandan con riesgo alto de apertura. En alguna ocasión  tuvimos que marchar de forma acelerada de un restaurante ante una voz agresiva y los ataques furibundos de un tipo que sentado en la mesa de al lado, no paraba de soltar exabruptos a su hijo que tragaba la sopa de marisco encharcada con  lágrimas que manaban entre un silencio pavoroso. La madre intervenía dulcemente, lo justo para volver contra ella la violencia verbal del tipo. El tono, la mirada torva y agresiva del maltratador nos indicaba lo que sería capaz de hacer de encontrarse entre las paredes de un hogar solitario. Nos marchamos porque en la mente de toda persona maltratada saltan las alarmas tan rápido que cualquier matiz agresivo, cualquier atisbo de violencia, nos alerta de forma dolorosa. Allá quedaron los postres sin tocar, pagamos de forma apresurada la cuenta y jamás hemos vuelto al lugar del suceso.

No fue la única vez. Ni lo será. Hay mecanismos tan dolorosos que perviven siempre.

El crimen de Buñol ha sido realizado por un hombre reincidente. Su primera pareja le denunció por violencia machista. La segunda también, pero no fue suficiente, con treinta y un años ha sido asesinada. Como a las 52 que lo fueron desde enero hasta el cinco de julio desde enero de 2024. Como las 1265 que desde el uno de enero del 2003 que comenzaron a contabilizarse, hasta junio de 2024 han sido asesinadas por criminales machistas.

Hemos sido capaces de crear leyes de protección y cuidados. Nos hemos movilizado como sociedad cada vez que nos asaltan las noticias de nuevos asesinatos, de ataques, o de violaciones. Se intenta educar a la sociedad para que se considere en la justa medida lo que son crímenes peculiares y segmentados  de violencia machista. Todo cierto, entonces ¿qué falla? ¿Qué puede fallar para que sigamos recibiendo noticias que de puro frecuentes ya ni impresionan a una sociedad cauterizada en la violencia cotidiana?

Por otro lado, nos llega información que asegura que los jóvenes no se toman en serio la advertencia de que el machismo mata. Controles de móviles y de redes sociales, presiones  para mantener relaciones sexuales no deseadas, presiones de silencio una vez producidas. Minimización de delitos machistas. Frivolización y menosprecio a las víctimas, gritos, empujones, comentarios humillantes, son moneda común de los tiempos entre las parejas de chicos muy . ¿Puede ser todo ello causa o motivo de futuros crímenes?

No lo duden. Con cada menosprecio o minimización de la problemática machista crece el riesgo. A la vez, nos enteramos de que en los ayuntamientos y comunidades gestionadas por ese contubernio perverso PPVOX (esperemos que, con la marcha de los malotes, a los cobarditos se les pase la tontería) reducen o niegan presupuestos para formación, para acompañamiento y refugio de mujeres maltratadas. Nos enteramos de que en los colegios se niega el derecho a la formación de jóvenes en políticas de género (ideologización de la juventud, dicen los malvados que son esas formaciones) o de igualdad, debido al recrudecimiento de agresiones al colectivo lgtbi+ Cuando se eliminan las formaciones, cuando se minimiza el terrible problema de la violencia machista u homófoba, estamos sembrando las posibilidades de que el maltratador, borracho de impunidad, asesine.

Si dejamos de formar a personal sanitario, policial, profesorado o servicios, ocurrirá que nadie se percatará del riesgo creciente de una mujer que solicita a su medico de cabecera algo para la depresión…o que al auscultar observe lesiones tipificadas de violencia de género.

Hace poco escuchaba a unos policías locales como al llegar a un domicilio para atender una llamada de urgencias, detectaron a una mujer con la cadera rota. Al ser preguntada si tenía en casa convivientes, respondió que sí: su marido. Su voz tenue, su mirada huidiza les hizo sospechar de forma inmediata, hicieron las preguntas oportunas y ¡voilá! detectaron la posibilidad de violencia de género con lo que de forma inmediata se le aplicó el protocolo y es altamente posible que, a esa mujer, que ni tan siquiera era consciente de ser víctima del machismo, le salvaran la vida. Un violento siempre reincide y más si queda impune. Un maltratador puede matar en cualquier momento…

Cuando el personal sanitario observa y conoce bien los protocolos antiviolencia machista  a aplicar, salva vidas. Cuando los/as profesores observan miedo, sumisión, o golpes extraños, puede proteger a las víctimas. Cuando la policía asiste a discusiones o denuncias vecinales, si están debidamente formados, pueden prevenir los crímenes y salvar vidas. Si no están formados/as, no, porque dejarán pasar los numerosos detalles que a una persona formada no se le escapan.

Repito: un hombre violento y machista puede llegar a matar. Es altamente probable que lo haga. Nosotras lo sabemos, por eso preferimos encontrarnos al oso en el descampado. Un tipo violento, que grita, que empuja, que controla, que prohíbe o condiciona la ropa o el maquillaje o las amistades de su pareja, puede matar. Es altamente probable que lo haga si ha regado con alcohol o drogas el veneno de su odio. O la víctima decide desligarse de firme de la pareja tóxica. O comprueba que el objeto de sus obsesiones recupera su vida, comienza otra relación, vive de forma racional y feliz normalizando un futuro fuera del paraguas del maltratador. Todo ello conduce al machista a matar.

No, no me llamen exagerada porque ninguno de los asesinos  llevaban estigmas en su frente, todos eran novios, esposos, padres, vecinos, cuñados, yernos e hijos, normales y hasta cariñosos. La frase más escuchada de una víctima de violencia de género es: “pero si parecía quererte mucho” Claro, porque si llevaran el estigma o fueran ogros desde un principio, jamás ninguna mujer caería bajo las redes de un criminal en potencia. Conocer cómo funciona la mente de un violento machista y de una víctima de violencia de género, nos lleva a entender lo difícil que resulta, estando dentro, entender lo que ocurre y salir corriendo.

En varias ocasiones he sido testigo de autorrevelaciones terribles. Como que un novio amantísimo que deseaba lo mejor para su chica, es decir que dejara de fumar, le apagó en la rodilla el cigarrillo que acaba de encender. Tanto la víctima como las presentes negaban que eso fuera violencia de género. Romper un móvil, obligar repetidas veces a cambiarse de ropa, menospreciar la capacidad de la chica que lo refería como algo normal, humillar en público, impedir que mantuviera a las amigas de siempre, era considerado algo normal en una pareja. Achacable a los celos. Al amor, decía la víctima ante nuestro pasmo. Solo al escuchar a un grupo de compañeras afirmar taxativamente que todo ello era violencia machista y que ella, aun sin darse cuenta, era una víctima, tomó conciencia de la terrible situación que vivía y entendió la causa de su tristeza crónica, de la falta de fuerza vital, de la terrible soledad angustiosa en la que vivía de forma constante. Y posiblemente, salvó la vida  poniendo tierra de por medio ante la violencia del agresor.

Cuando se recortan presupuestos, cuando se sesgan los criterios formativos, cuando se ningunea la realidad en institutos, barrios, universidades, dispensarios de la SS, cuando se deja de formar  a las personas que atienden cualquier servicio público, estamos sembrando el terreno a los criminales.

La precaución, la prevención de la violencia machista y vicaria salva vidas. No olvidemos que no todos los machistas se convierten en asesinos, pero sí y tajantemente, todos los criminales que asesinan mujeres y niños por violencia de género, son machistas.

Saber detectarlos a tiempo, salva vidas.

María Toca Cañedo©

Sobre Maria Toca 1622 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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