En fechas recientes, la retirada deuna estatua erigida en memoria del primer marqués de Comillas, Antonio López y López, originóun intercambio epistolar entre las alcaldesas de Barcelona y de Comillas, señoras Colau y Noceda;a consecuencia, una intervención televisiva del señor Revilla,presidente de esta comunidad autónoma, durante la cual atribuyó al aristócrata méritos sorprendentes,y también un debate celebrado el parlamento cántabro, con curiosas coincidencias políticas entre el PRC y el PP, desde luego no habituales en el transcurso de la actual legislatura. Además, aquí, en la denominada Villa de los arzobispos, el pueblo natal de Antonio López,se han manifestado con razones o con visceralidades,en redes sociales y en la calle, las muy divergentes opiniones que los vecinos tienen sobre él.
Continúo este artículo refiriéndome a mi familia de Comillas, pues creo que así añado credibilidad a mis palabras. Sé sobre esclavitud por haber escuchado relatos orales de personas que residieron en Cuba en tiempos de negros; bueno…, y también porque algo he estudiado sobre ese asunto.
Mi bisabuelo era gerente de un ingenio azucarero cuando su futura esposa embarcó en Santander rumbo a Cuba. La boda fue por poderes, contrajeron matrimonio: ella en un vapor de la Compañía Transatlántica y él en tierra, ante notario. El cumplimiento del requisito de consumación que validó canónicamente aquel enlace recibió meses después el nombre de Pilar, en un bautizo celebrado en La Habana. Mi abuela llegó a España siendo muy niña, con pocos recuerdos de su lugar de nacimiento. María, la madre, regresó a Comillas con muchas y desagradables experiencias del tiempo que vivió como hacendada en una plantación de caña. Su marido, mi bisabuelo Daniel, acompañó a la familia en el cambio de residencia; había trabajado en Filipinas, donde tuvo un negocio naviero relacionado con Siam y Conchinchina, antes de ocuparse de la plantación cubana;terminó su vida laboral siendo encargado de las minas situadas en el término Ruiloba, junto al puente de Portillo, a la entrada de Comillas por la carretera desde Cóbreces.
En la casona donde María me contaba sus cosas, un edificio que es oportuno señalar está situado frente a un monumento al Sagrado Corazón, supe que las canciones de negros asustaban a mi bisabuela en las noches de Cuba, porque, según ella, los esclavos se servían de lamentos para amenazar a los blancos. Cuando entró la televisión en el gabinete donde aquella viejuca solía pasar la tarde, conocí una exigencia suya: María no era ágil,padecía de las piernas, y en aquel entonces no existían los mandos a distancia, así que era obligación mía apagar el aparato si aparecía en pantalla un negro o una serpiente. De mis conversaciones con ella guardo en la memoria las suficientes anécdotas como para recrear la vida en las antiguas haciendas cubanas, de modo que este relato de ahora no se basa sólo en conocimientos librescos.Un detalle; en los años setenta, una prima mía, muy guapa y que trabajaba de azafata en Iberia, apareció en Comillas de copiloto en un Mini. El coche era rojo; el conductor un negro enorme que, acabadas las vacaciones, hundido en el asiento, se asomó por la ventanilla para maldecir en inglés a modo de despedida.
Decía la alcaldesa Noceda, en las recomendaciones a su colega en el cargo de Barcelona, que la estatua antes mencionada no debería ser bajada del pedestal en agradecimiento a lo mucho que el personaje representado había hecho por la Ciudad Condal; añadía que, por lo mucho que también había hecho por Comillas,las gentes de aquí acogerían con agrado la figura en piedra del primer marqués local.Lo cierto es que, antes de la controversia entre los dos ayuntamientos,casi ningún vecino de este pueblo conocía la existencia de tal monumento y que aquí ni mucho menos somos unánimes en considerar placentero traerlo de fuera. Asimismo es cierto que el uso de las preposiciones en o por aporta matices a la supuesta intencionalidad benefactora de aquel indiano: no lo mismo hacerse una residencia en un lugar que construirla por el bien de los lugareños, ni es igual tener negocios en una ciudad que ejercer actividades mercantiles por el bien de sus ciudadanos.
Se acusa a Antonio López y López de haber sido negrero; se le defiende por comparación, con el argumento de que otros en su época también se sirvieron de esclavos. Sin embargo, se tiende a ocultar la diferencia entre la posesión de negros, admitida en Cuba por las leyes españolas del XIX, y el tráfico, la trata, prohibida por acuerdos internacionales en vida del marqués. Tuvo consideración diferente tener esclavos que traer de África otros nuevos. Otra tesis en su apoyo se basa en la permisividad en el uso de conceptos y cronologías: algunos sugieren que es un error valorar con criterios de hoy la esclavitud de entonces, aunque, en cambio, no tienen reparo alguno en considerar aceptable la actual presunción de inocencia para así negar hechos sucedidos hace casi dos siglos.La revisión de la historia es tarea complicada, no por pura dificultad científica sino porque a las herencias políticas no les conviene que salgan a luz sus miserias. Sea como fuere, hay datos recientes que admiten pocas interpretaciones, si bien sufren muchas ocultaciones: la alcaldesa Colau, el ayuntamiento de Barcelona, obraron en uso legítimo de sus atribuciones cuando decidieron retirar la estatua; también actuaron en derecho al mantenerla en propiedad de aquella ciudad y en no cederla para su traslado a otro lugar. Es interesante dilucidar qué razones y qué permisiones coyunturales han llevado a Comillas, al presidente Revilla y al parlamento cántabro a presionar con reclamaciones a una institución catalana que, en realidad,procedió en el asunto de referencia según el resultado de la votación de sus concejales.
Mis propias convicciones sobre el esclavismo de Antonio López no son ajenas al proceso de beatificación de su hijo Claudio, heredero del título nobiliario y de la fortuna de aquél. Al poco de fallecer el segundo marqués de Comillas en mayo de 1925, un miembro de la Compañía de Jesús editó la hagiografía inicial de la larga serie de alabanzas precursoras a la apertura del obligado expediente canónico. En 1943 se abrió la causa formalmente; en 1953 Franco remitió al Papa una carta en la que se postulaba a favor de la beatificación; en 1969 comenzaron a manifestarse oposiciones; a fecha de hoy, pasados noventa años de su comienzo, los trámites ni han concluido ni tienen visos de progresar. Es de mencionar el escrito remitido a la nunciatura de Madrid por un sacerdote y teólogo, Fernando Urbina, quién puso serios reparos a la canonización de Claudio López, pues pensaba que gran parte de su capital recibido en herencia provenía de la trata de esclavos para Cuba.
No más del hijo; y volviendo con el padre:
Quiero contar de la Compañía Transatlántica, la naviera que fue el emblema de los negocios de Antonio López, un emprendedor ejemplar según sus defensores, un empresario cuyas conexiones con la Corte le facilitaron hacer negocios, según los estudiosos con conocimientos de Contabilidad y Economía.Con preámbulo y epílogo, mi colaboración para @LaPajareraMgzn se centra en el desarrollo de la Compañía Transatlántica y sus vínculos con las guerras entre España y Marruecos, de España en Santo Domingo, de España en Cuba.
De 1854 a 1856 se redactó una constitución que no llegó a promulgarse. Los diputados, en lucha con los senadores, pretendieron limitar las atribuciones de Isabel II, entre otras formas, redactando una Ley de Ferrocarriles, inexistente hasta entonces, para dificultar especulaciones y evitar costes a la Hacienda Pública. En el verano de 1856, sobre los reunidos en el Congreso cayeron las vidrieras del techo debido a la vibración de los cañonazos disparados por el ejército después de un golpe palaciego.Siguieron al llamado Bienio Progresista los años de gobierno del partido Unión Liberal, durante los cuales España tuvo guerra contra Marruecos, contra Perú, Chile, Ecuador y Bolivia, invadió la Conchinchina, e intervino en Santo Domingo, conflictos en los que los barcos de López y Cía, transportaron armamentos y soldados de los ejércitos expedicionarios españoles.
El once de enero de 1857 se constituyó en Madrid la naviera A. López y Cía, La empresa comenzó a operar desde de Alicante uniendo vía marítima esa ciudad con la de Marsella. Por entonces siete compañías realizaban el mismo recorrido. Antonio López negoció con José de Salamanca (quien dio apellido a aquel barrio de Madrid, y fue el impulsor del ferrocarril Madrid- Alicante), la venta de billetes a los pasajerosde un trayecto quepor tren y barco comunicaba la capital de España con París, obteniendo así una ventaja competitiva para A. López y Cía. En 1859, con tres vapores: Marsella, Madrid y Alicante, la naviera realizaba tres viajes semanales entre el puerto de Alicante y el de Marsella, haciendo escala en el de Barcelona.
De siempre, el recurso a un conflicto en el extranjero ha sido utilizado por los gobiernos para amortiguar los problemas políticos internos.En octubre de 1859 comenzó la guerra de África. La naviera de López alquiló al gobierno español sus tres vapores y otros que, a su vez, había arrendado a diferentes armadores. Las ganancias por el traslado de tropas y pertrechos no fueron los únicos beneficios para la compañía del futuro primer marqués de Comillas, a raíz de ese negocio con el Estado pudo solicitar la contrata para traer y llevar la correspondencia entre la Península y las Antillas. El encargo administrativo-mercantil para el transporte del correo a las Antillas, por su exclusividad, merece una consideración aparte. Entró en vigor en 1862, siendo renovado en vida del marqués en 1868, 1878, 1886. El lucro era sustancioso, según paso a explicar. Considerando las inversiones necesarias – principalmente la compra de barcos vapor para cumplir con el número de viajes comprometidos con el Gobierno – por el simple hecho de trasportar el correo, la subvención que realizaba el Ministerio de Marina alcanzaba a cubrir los costes de funcionamiento de la empresa. Y había añadidos: los vapores también embarcaban pasajeros y hacían fletes que se cobraban a particulares. Y para la naviera había otro beneficio de enorme enjundia: la credibilidad crediticia lograda por la naviera por ser el Estado su cliente principal, pues con ello contaba con ingresos tan fijos como garantizados, de modo que las vías de financiación para la empresa de López estaban expeditas. Aún había un suplemento: los privilegios en cuanto a exenciones sobre derechos de sanidad, preferencias en el fondeo, manejo en puerto de las mercancías, tonelajes admitidos…, y demás cargas marítimo-administrativas que otras navieras sí debían soportar. Por si fuera poco, los vapores de la compañía tenían acceso a utilizar los diques de la Armada y estaban libres de tasas de abanderamiento y matrícula, además de otras prebendas. Una última mención en esta parte del relato,la naviera no sólo transportó tropas a la guerra en Santo Domingo, 1863-1865, y a las de Cuba;ni únicamente de la Península al Caribe, pues también lo hizo con los quintos en tiempo de paz (o preludio de batallas) desde los puertos de concentración a los de destino en cabotaje por las costas peninsulares.
Los barcos de A. Lopéz y Cia. no eran veleros, para navegar les bastaba el vapor de sus calderas alimentadas con carbón, aunque sabían aprovechar el viento en popa,porque de su dueño lo habían aprendido. El futuro marqués supo nadar en las corrientes políticas de la época y, cuando entendió que los grandes beneficios de la naviera le permitirían mantenerse a flote en cualquier tormenta, se atrevió a intermediar en el rumbo del Estado. Los capitales provenientes de Las Antillas fueron el origen de muchas grandes fortunas catalanas acaparadas durante el último tercio del siglo XIX. A. Lopéz siempre mantuvo relación con Barcelona y con los mercaderes nacidos en Cataluña que conoció en Cuba siendo un empleado de Andrés Bru, con cuya hija, Luisa, contrajo matrimonio. El marqués vivió rodeado de comerciantes afines, de cooperantes interesados que le siguieron a Comillas, un lugar que se convirtió en club promotor de negocios y donde ellos también levantaron residencias.
Siempre los intereses de las clases adineradas se mezclan con los anhelos patrióticos de los pobres, a quienes se inculcan en dosis diferentes según sea el tipo de gobierno de un país,sea éste España o cualquier otro. López y otros como él, mercadeaban influencias en los gabinetes ministeriales, de forma análoga a como ahora sucede. El mantenimiento del estatus colonial en Cuba era clave para la continuidad del flujo económico-financiero que llegaba a la Península. La prensa ponía las banderas y la población los soldados. La aristocracia se caracteriza por el dar y recibir de los monarcas. Otorga ayudas y, a cambio, exige mercedes. Una constante histórica es que: cuanto menor es el apoyo al monarca por parte del pueblo, mayor es su dependencia a las clases dirigentes. López sobresalió o pasó desapercibido, a su propia conveniencia, con una reina: Isabel II, con un rey: Amadeo I, con una República, durante y después de restauración que colocó en el trono a Alfonso XII. Sin embargo, jamás dejó de oponerse a los cambios políticos en Cuba, máxime si estaban preñados de ideas abolicionistas.
Para no alargar más las referencias a los barcos del marqués, concluyo esta parte del artículo con la reseña de su primer vapor:El General Armero, bautizado así en honor a Francisco Armero Peñaranda, quien fue comandante general del apostadero de La Habana entre 1848 y 1851, años propicios para traficar con esclavos; y, respecto a la Transatlántica, ya sólo decir que comenzó su largo y lento declive en 1898, con la independencia cubana.
Daniel Irazu
Escritor
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