María Sánchez Arbos.

 

Fue una persona que dedicó toda su vida, con enorme sencillez y en medio de dificultades sin cuento, a la tarea de llevar adelante una escuela, con una pasión por los niños que jamás desmayó. Toda su “doctrina” cabria en estas palabras: enseñar a ser persona, educar en la libertad, en el amor por la bondad y la belleza, en el respeto mutuo”.

Pedro Álvarez de Miranda en un artículo publicado en el periódico El País

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Si de algo puede sentirse orgullosa la añorada Segunda República Española es por los derechos que se ganaron para las mujeres y la obsesión de los gobernantes en la enseñanza, activando para ello, las famosas misiones pedagógicas, que llevaron la escuela hasta los lugares profundos de la geografía española y el cambio que supuso en los patrones de aprendizaje. Toda persona que tuvo que ver con la enseñanza se inspiró en la Institución Libre de Enseñanza y las nuevas maneras de impartir conocimientos a las generaciones de jóvenes españolas.

Una de las personas más significativas fue María  Sánchez Arbos, nacida en  Huesca un   de 1889, cuyo padre era Manuel Sánchez Montestruc, secretario del Ayuntamiento de Huesca, interesado en la cultura y conocedor de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) que la condicionó hacia el estudio superior. Su madre Paciencia Arbós Campaña pensaba que con el bachillerato era suficiente para una mujer, pero se impuso el criterio paterno y los deseos de María.

Estudió Magisterio en la Escuela Normal de Huesca. Cierto es que entonces había pocas carreras aptas para mujeres, por lo que muchas de las alumnas de las Normales, llegaban sin vocación, impulsadas por  el ansia de estudio y de hacer algo más con su vida que ser madres y esposas. No era el caso de María, puesto que su vocación y entrega a la profesión fue total desde el principio. Al acabar la carrera accede a la Escuela Superior de Maestros de Zaragoza donde se titula como maestra superior en 1911. En 1912 realiza oposiciones en el Rectorado de Madrid, consiguiendo plaza en la escuela de La Granja de San Ildefonso. Inquieta como era, conoce en 1915 a Rosa Roy que la sirve de nexo para acercarse a la ILE y al Museo Pedagógico y a Manuel Bartolomé Cossío y comienza a conocer y profundizar en los nuevos métodos pedagógicos.

Desde 1915 hasta 1919 realiza la especialidad en Letras en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio de Madrid. Residió en la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maeztu.

Poco después, consigue el puesto de profesora de la Escuela Normal de La Laguna en Tenerife, cosa que era un ascenso profesional pero no le resulta tan gratificante como formar a los chicos y chicas de las escuelas básicas, instruyéndolos con los nuevos métodos de enseñanza.

María Sánchez Arbos, enseña con la experiencia, sus alumnos/as aprenden haciendo. La alegría por saber, los juegos, la experimentación y la relación horizontal con los/as maestras era fundamental para formar a ciudadanas libres y amantes de la cultura. En la Escuela Normal, el alumnado que se forma como maestros/as se dedica a tomar apuntes aun con los esfuerzos que hace María por inculcarles el entusiasmo por la alta vocación que profesan.

En 1926 regresa a Huesca y en 1930 se traslada a Madrid como profesora en el colegio Menéndez Pelayo. Con el advenimiento de la Segunda República, el entusiasmo de todas las pioneras de la enseñanza se ve compensado. Los métodos educativos se toman a ejemplo del ILE, comenzando a formar a profesores para salir en misiones pedagógicas por todo lo ancho y largo de la Península. Los nuevos son formados/as por estas pioneras extraordinarias, y viven con entusiasmo inusitado su tarea de enseñar a la juventud española. Se trasforma el paradigma, hasta entonces se ha instruido, ahora se trata de formar a una ciudadanía libre y culta y pensante. Se produce una eclosión en las escuelas, donde comienzan a entrar las humanidades, los conocimientos científicos, las artes, la lectura, la experimentación, sacando los crucifijos y las biblias que habían presidido las aulas españolas, con el único fin de enseñar a rezar y a obedecer a una juventud que se pretendía siguiera en  la ignorancia  obcecada.

El ministro de Instrucción Pública   propone a María colaborar en la elaboración de un Reglamento de Nuevos Grupos Escolares, con lo que su implicación en la reorganización de la enseñanza se hace patente. Ahí deja su impronta y todo lo aprendido en su trayectoria como maestra.

Reflejar lo que supuso las libertades conseguidas y el cambio de paradigma en las escuelas publicas españolas durante la época republicana es difícil, porque fue tanto el empeño de los  gobiernos volcados (no tanto el gobierno de la CEDA) en conseguir un pueblo culto, y sobre manera, del personal de la enseñanza que trabajó con entusiasmo en la gratificante labor de enseñar a los niños/as del país. Fueron ocho años gloriosos que esos niños/as tuvieron en mente el resto de su vida.

Todo acabaría cuando un golpe de estado criminal fracasó dando comienzo a la guerra civil.

El ocho de noviembre de 1936, María está impartiendo sus clases, cuando sienten un ruido atronador. Se trata de una bomba que cae en los torreones de la escuela (como verá lo de bombardear escuelas hace tiempo que los  criminales lo hacen sin escrúpulo ninguno) Los pequeños/as y el profesorado abandonan las aulas del colegio, que poco después es ocupado por las tropas de la Columna Durruti que ha llegado a la capital desde Barcelona para defenderla de las embestidas fascistas.

María, a pesar de los sucesivos bombardeos, siente que debe retomar las clases interrumpidas y solicita permiso a Julián Besteiro para trasladar al alumnado  al “Giner de los Ríos”, sede de la ILE del barrio de Chamartín. Comienza el curso de nuevo en el invierno de 1937, hasta marzo de 1938 en que el avance de las tropas es grave y se prevé la derrota, María y su familia se trasladan a Valencia,  va con el cargo de Inspectora de Enseñanza.

Años atrás ha contraído matrimonio con Manuel Ontañón, hijo de José  Ontañón Arias, gestor y profesor de la ILE. Han tenido cinco hijos.

Finalizada la Guerra, María volvió a la sede de la Institución, donde se presentaron el 30 de marzo de 1939 un grupo de falangistas. En el centro se encontraba un alumno de la Institución, hijo de alemanes de origen judío. María intentó infructuosamente impedir que entrasen en las instalaciones, pero finalmente consiguieron su propósito de destrucción, quemando libros y muebles y talando los árboles que había en el recinto. Sin duda, se trataba de una de las muchas actuaciones del régimen franquista contra todo vestigio de modernidad de la Institución Libre de Enseñanza y sus principios fundamentales: laicismo, coeducación, tolerancia, respeto a la conciencia del niño y del maestro e igualdad de oportunidades. Inclusive, se eliminaron los nombres relacionados con dicha Institución, de manera que el Grupo Francisco Giner pasó a denominarse Andrés Manjón.

Los nuevos amos de la patria se dedican a deshacer con furia los logros republicanos. Fue notoria el encarnizamiento con los maestros/as de las misiones pedagógicas o cualquiera que hubiera implantado métodos laicos y racionales en las escuelas. La fosa, la sima o el paredón son el final para muchos de ellos. La cárcel larga y penosa, para los/as privilegiados. Fue el caso de María, que es detenida en diciembre de 1939, trasladada a la cárcel de Ventas donde comparte espacio con las Trece Rosas, y con Matilde Landa, de la que es amiga.

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La directora de la cárcel de mujeres es Carmen Castro, antigua alumna suya, que le ofrece privilegios que María no acepta, pero sí le solicita poder dar clases a los pequeños/as que están con sus madres en la siniestra prisión. Conforma un lugar que parece una escuela donde por unas horas, los pequeños, reciben conocimientos y el amor de esta mujer singular, Matilde Landa le ayuda  colaborando con ella, hasta que desesperada y torturada por las autoridades y el cura de la cárcel pone fin a su vida.

María Sánchez es excarcelada  poco después, porque nadie puede alegar cargos contra ella y algunos de los nuevos amos han pasado por sus aulas guardando afecto y respeto por ella.

Está libre en esa España tan lejana a la anterior; en dos años es absuelta de las graves acusaciones que le habían hecho, pero queda inhabilitada para su profesión. El régimen franquista borró los avances republicanos, tornando  a las antiguas leyes (anula la Constitución de 1931 tornando al Código Civil de 1898) los crucifijos, las golpizas y el ordeno y mando,  vuelven a la escuela sin dejar cabida a la libertad.

La familia de María, sobrevive entre penurias. Se niegan a solicitar favores o caridad, alimentan a sus cinco hijos con trabajos esporádicos; dan clases particulares, preparación para exámenes…Viven a trompicones y con muchas carencias hasta que en 1952 se le rehabilita debido a que un ex alumno, hijo de un preboste del régimen, se entera de su encarcelamiento e intercede por ella.

Puede dar clase. Se le torna a considerar maestra nacional, consigue un trabajo en la Escuela Daganzo, pero el sistema de enseñanza que ella tanto amó no existe. Se le hace muy duro a María enseñar con  los antiguos métodos, pero debe sobrevivir.

El ambiente en el colegio no es propicio. Ha estado en la cárcel, sus amplios conocimientos, sus títulos y su quehacer durante la República le hacen merecedora de humillaciones y envidias de los profesores que carecen de la formación y se encumbraron por ideología en los nuevos tiempos. Tanto que, al jubilarse, en su discurso de despedida, esta mujer tan prudente y sabia se lo reprocha de esta forma:

Hoy tengo que consignar mi profundo pesar por retirarme de la labor escolar. El último día de este mes cumplo 70 años, y la ley me obliga a jubilarme. Me apena de modo extraordinario abandonar la Escuela, para consolarme, quiero pensar en las humillaciones que he tenido que sufrir, en los peligros que soslayar, en la fría acogida de mis compañeras y en las peligrosas envidias. Pero nada sirve para borrar la amargura de perder la escuela, donde, ante la presencia de las niñas, se me ha olvidado todo lo desagradable, y se me han disipado los pesares.”

María Sánchez Arbos murió en Madrid el quince de agosto de 1976 sin ver reconstruida su obra. Un años antes había muerto el dictador, pero ni sus ideas ni sus herederos que le pervivirían y le perviven. Descanse en paz la gran maestra y conservemos en la memoria a esta gran mujer que conquistó la libertad para las aulas españolas.

María Toca Cañedo©

https://www.youtube.com/watch?v=FvGBJ23b83o

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Sobre Maria Toca 1650 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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